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Mostrando entradas de diciembre, 2013

A Páez en las Queseras del Medio

Por el Arauca gira hacia la lucha como soltando nudos de un guaral descuidado, sacude al río-obstáculo con maña triturando el pedrusco del estero. Páez carga la pólvora, el alcance en su pica, para situar el rumbo con nervio de erupción; quiere arrancar la ortiga de su granja que desde siempre estuvo tupiendo la parcela. Todo centauro surge del estruendo, del fuego, para lograr la plaza abundante de cosmos y colmar las semanas de primavera y triunfo. Sorprende y se apodera del suelo abarrotado, mas el rival dormido desnuda de su espada, y Queseras del Medio se hace cifra en Apure.

La reina del guácharo

Urimare es sonido colgado por los valles, amanecer en las rocas tendidas en la trocha, altura de moriche desnudando el enigma, alegría frecuente degollando la pena. Urimare alza el muslo para encender el cerro cuando modera el sol su feria de alfileres, de su seno propone gracias para la gruta donde dolor y lloro propagan la leyenda. Se cubre con la niebla, quebranta como espíritu espesura y barranco, su pelo trenza palmas… alcanza los chamizos donde flota la insignia; se detiene, respira, palpa su corazón para hallar la defensa que estuvo circundada… y allegado el Cacique la guarda como germen.

A José Antonio Ramos Sucre

Te adjudicas maldito yendo al templo luctuoso, te ocultas en la noche como fantasma incierto, bebes de la tragedia la botella más agria, asumes tal pobreza dentro del cuarto noble. ¿En cuál pantano o miasma se extraviaron tus ánimos?, ¿con cuáles reciedumbres diste acción a tus hombros?, ¿por qué cubrir los cardos en el huerto de peras?, si nunca sedujiste ¿por qué turbaste en multas? Se perdieron tus siestas en la cama adecuada, como miembro inservible que no apoya la mesa en la hora del almuerzo, junto a frutas y granos. La calleja sin gente condescendió tu fiebre, alargando la acera donde tu pensamiento, lentamente sudaba hasta colmarse en muerte.

Para Andrés Eloy Blanco en la cárcel

¡Palmero denostado por el peso del frío!, ¡patriarca fulminado para penar en noches!, ¡elemento añadido para mezclar el charco!, ¡poeta blasfemado por el puño del guardia! Detrás de los barrotes hurgaste entre guayabas, y nunca hubo desfalco del rostro del destello que entraba como espada para animar tu traje roído por la lágrima, vencido por el cardo. Ordenaste el desorden con muebles de tu sala, y calentaste el pecho con abrigo del frío, como única partícula para tejer el sueño. El lápiz en la agenda vino a marcar semanas que poco a poco hicieron la verdad de tus días hasta complementar la gracia en tu desgracia.

Solo pongo mi cuota

Obrero del silicio, precursor del camino, artesano del leño con manos de avanzada galán del perejil del huerto adelantado, patriarca y propietario de los invernaderos. Asumo cada verso guardado en esta cesta y oportuno al mercado para clientelas ávidas; justifico esta escoba para el piso mugriento y barrer la penumbra cagada por la noche. Para ti, de mi pecho, minerales inéditos que me fueron cedidos para que se supieran como el meteorito quemando la galaxia. Digiérelos cual pan puesto para la cena, o sin dilema, arrójalos al pote de basura… Sólo pongo mi cuota para colmar el vaso.

Se le vio junto al olmo

Antonio Machado Se le vio junto al olmo palpando sus raíces; comprobó del crepúsculo su comarca de vino; del mar -la gran mochila-, su embestida de plomo; y de aquellas tabernas bebió licor andaluz. Sacerdote expresivo, duplicaste la encina para obrar su madera dándola a los estantes, como caudal, fortuna, de la tierra asombrosa; para ti la aureola, la espiga, la cebada. Del río fue a emerger tu cintura metálica, tu cuello de infinito, para darle al sendero la pisada absoluta del viandante y su báculo. Nunca diste el sombrero para estiaje y fracaso, sino que lo otorgaste para elevar el gránulo que concebía el árbol de libros y corbatas.  

Arroja sus saetas

Federico García Lorca Arroja sus saetas este Hércules hispano desde su torreón hecho de piedra indómita, su boca aporta olivas ansiadas por el crimen, sus manos van al día con la escardilla encima. Se tercia la guitarra con sonrisa y avena; hace geometría con la fuerza del muslo; a la luna de estaño la mira con su canto; bebe del río intenso, jugo de Andalucía. Federico es tan útil como la hoz en verano recortando los tallos que darán a la boca pan imperecedero, y platos abismales. Federico es tan frágil como taza de barro dispuesta en el mesón a punto de quebrarse… Y fueron a quebrarlo junto aquellas raíces.

El fauno de los bosques

Rubén Darío El fauno de los bosques bailando sobre el heno, sobre los minerales, sobre las hortalizas; nada dentro del trópico estuvo sin su atmósfera que ha pedido a la luna sus cosechas y triunfos. Disciplinó sus manos para establecer bronce, cornucopia y lechosas; y una insólita pampa extendió su dominio con loco itinerario para regenerar las semanas y briznas. Éste herrero dispuso de metales recónditos forjando la corneta que sonara en los antros con la misma constancia del barro en la quebrada. Confeccionó su mundo, confeccionó su ropa, para que concordara con su pecho en el tramo… ¡Cambió las cerraduras, y el portón fue preciso!

Allí vas capitán

Pablo Neruda Allí vas capitán sumando caracolas por el saco del mar con tus ojos olímpicos, esperando cometas, esperando esperanzas; y tus manos titánicas sin trabarse en tristezas. De tu carpintería cayeron las virutas que fueron a colarse con los libros y el tiempo. ¡Todo lo escrito ayer es nuez indispensable iluminando el cesto del huerto, del mercado! Y cuando amenazó del miasma su martillo a tus pies, que ascendían la escalera del mundo ¿qué fórmula aplicaste para asir la despensa? Te forjaste un renombre con el cobre y el bronce, y nunca jamás nadie desmanteló en las calles el rigor de tus días y tu palabra inmune.  

TÚ, SEÑOR DE LA CASA - A Andrés Eloy Blanco

  Andrés Eloy Blanco Tú, señor de la casa, caminante contiguo. Te han visto por las calles proporcionando efluvios descubiertos del suelo, sacados con paciencia, para así disolver a esa plaga impasible. Te asomaste al budare para fundar la lumbre de tu hogar, de los tuyos. Arrojaste fortunas para aquellas cabezas hundidas en las celdas, y hacia los ventanales se enganchó tu palabra. Para ti el apamate concedió sus raíces, para ti la plazuela condujo sus pasajes, para ti la nación dispuso sus fronteras. Desde tus poemarios el olor de la patria doblegó las narices, y amarraste zapatos para que camináramos con el paso nativo.

ES HORA DE DORMIR - A Nelson Mandela

Nelson Mandela - Madiba Es hora de dormir; ve a reposar las luchas: ya arrojaste al silencio el odio y la intriga; izaste la bandera del abrazo invencible, e hiciste de tu canto la hogaza duradera. Tu diste la receta, de ti maduró el árbol: desde la incertidumbre sudada por la celda ocurrió la certeza de cebada, de avena, hasta llegado el día en que se elevó el día. Y ahora ¿qué escribir?, ¿cómo trazar la ruta?, ¿hacia cuál dirección dirigir el periplo?, ¿en cuál cesta ordenar los frutos de la tierra? ¡Adecuaste el hogar haciéndola habitable!... Las hazañas agotan y eso tú lo conoces. Es hora de dormir en la cama del tiempo.  

DE HUNTINGTON PROVINO - A Walt Whitman

Walt Whitman De Huntington provino tu semen matutino para reproducirse cual número coloso, y empinarse entre el valle y el lago de los duelos: eres popular musgo entre la vulgar roca. Al parecer tu frente, de altura, de estallido; mezclada con la tierra y todas sus partículas, se funde y se confunde con un trueno o cometa avanzado en su rumbo o amores viscerales. Eres búfalo fier o del que todos comentan: perceptible en el orden, definida en el pasto. ¡Oh padre sideral ofréceme tu hogaza!, ¡cédeme tu discurso que cuelga de tus labios!, ¡sírveme de ese cáliz de luz, de cereales!, ¡acógeme en tu anillo que revoca las sombras!

MISTER RAVEN - A Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe Acá te manifiestas hurgándote las noches sujetas a tus hombros –candiles trasnochados que lanzan luz revuelta por la calle de ortigas-; ¡Hortelano en invierno padeciendo tormentas! Cayó en ti la fortuna del pan perecedero, los martirios que al alma revierten la moneda, la talega roída que no guarda ni polvo, el beso de la amante que tampoco se obtuvo. El estrago fue un cuervo ruinoso e insistente pernoctando en tus ojos, como aquél arrebato que no se solicita ni produce algún mérito. Escribo estas palabras para que no sofoques ese viaje maldito que plagó tus semanas. ¡Con la muerte habitaste decretando su infamia!

Te descubrí una tarde -tarde de meteoritos-

Te descubrí una tarde -tarde de meteoritos-, detrás de aquél olivo cargado de solturas. Aquél ciclo naciste para mis mediodías, y desde ese momento (siega de cereales), te hiciste mi casera, situando mis enseres. Le ofreciste a mi pecho dones que desechaba, estatutos serenos, cifras para adorar, hasta la primera uva que celosa tenías. Vislumbré tus linderos, supe de certidumbres, contraje el mandamiento sugerido desde el huerto, y como aquél discípulo discerní cada verbo. Varias lunas pasaron y superaron penas, y cual columna griega todavía sostienes cada segmento altivo de lo poco que entrego.

Holgada eres y estable como hojuela de avena

Holgada eres y estable como hojuela de avena. Todo el tiempo transcurres ciñendo las mazorcas. El ayer a tu lado, se ha vuelto un presente que no prescribe o cesa. Cuando te busco en mi mente hallo el huerto florido que recorro con sombra y aromas confortantes; y te sueltas cual fruta para darse en la cesta: Lujuriosa y gentil, directa y bondadosa. ¡Absuelve la montaña silenciada en tus labios!, ¡procura que los granos complementen la espiga para que así llevemos las bandejas vacantes! Amor, en esta noche nombremos cada fruta y así nos alejemos de las sombras que alteren los rincones que icemos.