Ir al contenido principal

MISTER RAVEN - A Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe

Acá te manifiestas hurgándote las noches
sujetas a tus hombros –candiles trasnochados
que lanzan luz revuelta por la calle de ortigas-;
¡Hortelano en invierno padeciendo tormentas!

Cayó en ti la fortuna del pan perecedero,
los martirios que al alma revierten la moneda,
la talega roída que no guarda ni polvo,
el beso de la amante que tampoco se obtuvo.

El estrago fue un cuervo ruinoso e insistente
pernoctando en tus ojos, como aquél arrebato
que no se solicita ni produce algún mérito.

Escribo estas palabras para que no sofoques
ese viaje maldito que plagó tus semanas.
¡Con la muerte habitaste decretando su infamia!


Comentarios

Entradas populares de este blog

Violín roto

GNB con el violín roto ¿Quién armó aquella diestra? ¡El dios Apolo! No creyendo en la gala cinegética,  quiso pactar exacto protocolo levando al músico a devota estética.   Ante el bochinche el joven irguió el arco; el perdigón obvió, también los gases. No fuera, en demasía, verse parco, sus dedos restalló con los compases. Mas, entre nota y nota, Fechoría cínica fue, traspuso la protesta para atentar de frente la harmonía. Suelta del diapasón la tirantez el treno fue la lágrima compuesta que el violinista dedicó al soez.

El Silbón

Cuando el chubasco enrarece a Guanare, la noche amortigua sendas al paso, con fango y hedor, y al nervio dilata, porque el silbido que inquieta la trágica, la vieja estantigua, es la tormenta pesada que hiela y al sueño maltrata. Hijo maldito que carga el macuto con huesos de infieles —sucios osarios de gentes que al mito no puso la oreja—, sienta a la puerta, calcula el marfil, extirpa las pieles. Puso el abuelo la multa adecuada que ha tiempo le aqueja. Cerca su silbo: perturba la espalda; si lejos se escucha: no desconcierta, ni agita el aliento sujeto al vislumbre, porque su hambruna de muerte no escoge la ahíta casucha, porque su ahogo de noches engaña su cruenta costumbre. Para espantarlo, el ají que le azor e , el cuero que hostigue , o la amen aza del perro t ureco que a fug a le o bli gue .

Soneto a un Muslamen

Suculento muslamen avanzado, que guardas la impresión que se sabe; con violento barniz desesperado enseñas primavera infiel y grave. Ninguna lobreguez presenta el gesto, y los cactos no logran darte espina; ocurre mediodía, en torno al puesto, cuando asomas bravura femenina. ¿Qué sucede, inmediato, a tu custodia, pues nunca manifiestas el misterio, solo cuando se canta la rapsodia, o cuando emborracha el sahumerio? ¡Enséñate muslamen, cuando ganas  la visión enfrentando las ventanas!