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Mostrando entradas de junio, 2014

Cierro Mis Ojos

Cierro mis ojos torpes y apareces cual pájaro, campesina del astro que solo se interpreta con tus dedos, promueves la mazorca que cruje con destreza y las óptimas fresas en la altura del pecho te proclaman. Que nada me separe de este acontecimiento pudiéndome alejar de la cama a la calle, o dándome el camino directo hacia el desvelo, o al desengaño inútil sin tu cuerpo soñado. Mi marcha se dirige al convite del punto que originas con astucia y que con marca fúlgida se diera al infinito su trayecto. No me liberaré para que me abandones, no extenderé mis ojos para destituirte y tachar el delirio en el que te he dispuesto.

Asomaste en mis ojos y supe otras naranjas

Asomaste en mis ojos y supe otras naranjas, los abismo menguaban y el trigo tuvo altura. Cuando fuiste a mis ojos, mis días, como árboles se ordenaron, tejiendo ramajes y comarcas. Como un amanecer sin la nostalgia alzaste, y los pájaros verdes volaron en tu pelo. Nada en esa semana fue fiel y categórico; los ríos te trajeron su flauta ribereña. Con tu lluvia impensada surgieron las semillas que calienta la tierra, alegrando la siembra que fatiga los brazos de pobres campesinos. No quise devolver la rigurosa incógnita surgida en tu expresión por mis manos inertes. Distinguiste mi cama perfeccionando el rito.

De tus manos sangrantes surgieron otras gemas

De tus manos sangrantes surgieron otras gemas que los mineros duros quisieron recoger, dejando las canteras con sus bostezos largos negando algún secreto por nadie conocido. De la frondosidad de árboles y arbustos le dieron al viajero la sombra necesaria para helar su fatiga por tanta marcha usual; florecida del agua que entristece tus ojos. De tu enojo y cansancio callaste la calumnia y desde ese tiempo el elogio y la estima se volvieron medallas para los beneméritos. Todo lo natural que resulte de ti es productivo y fértil y adecuado a las cestas, pero si tanto aflige ocúpate en mis brazos.

Que

Que si guardas pecados tú me los confesaras. Que al vencer la noche fueras mi candelabro. Que acabaras con todo y asomes de la nada. Que hicieras tus escándalos apartando al silencio. Que la muerte muriera y vivirnos por siempre. Que deudas y extorsiones pagaran con tus brazos. Que al desnudarte sola con mi piel te escoltara. Que sea tu pie palma, y tejer alpargatas. Que juntos en la tarde negáramos nostalgias. Que el bostezo del fin tuviera nuestras bocas. Que el plumaje del ave batiera con tu pelo. Que todos los caminos alcanzaran tu púbis. Que tus lágrimas tristes fueran riego a los árboles. Que si nos olvidamos buscaras mis palabras.

Flor Del Urape

De la flor del urape domaste sus colores satisfaciendo al día, eclipsando la sombras. Engendraste el escándalo que intimida al silencio, dejando las tragedias quemándose en los libros. ¿Por qué optaste la flor con tus manos ingenuas? ¿Intentas alejar su renombre del asma para estancar los límites innombrables del caos? ¡Por los brotes mortales callaron los demonios! Naciste de semilla que requiere del agua, para extender raíces que darían aromas a los amaneceres perdurables, autóctonos. Con aquella madera tallaría en tu piel mi nombre, mi respiro, mis tristezas, mis penas. A la flor del urape se unieron tus caprichos.

La Madre

La madre, con la edad que le derrota, purga las ramas en la piedra inscrita, espesas por natura que visita el coto. ¡La omisión soez la azota! Cruje en su mente escena muy remota, cuando su pecho, lote de acemita,  era asumido por sutil manita  gratificando la intención devota. El lastre de una lágrima tortura su rostro abandonado en el mantón; aunque cuerda, no siente ya su albura.  La madre, encerrada en su misterio, no vislumbra pedida cesación. ¡Sola se marcha! Atrás... el cementerio.