Cierro mis ojos torpes y apareces cual pájaro, campesina del astro que solo se interpreta con tus dedos, promueves la mazorca que cruje con destreza y las óptimas fresas en la altura del pecho te proclaman. Que nada me separe de este acontecimiento pudiéndome alejar de la cama a la calle, o dándome el camino directo hacia el desvelo, o al desengaño inútil sin tu cuerpo soñado. Mi marcha se dirige al convite del punto que originas con astucia y que con marca fúlgida se diera al infinito su trayecto. No me liberaré para que me abandones, no extenderé mis ojos para destituirte y tachar el delirio en el que te he dispuesto.