Asomaste en mis ojos y supe otras naranjas,
los abismo menguaban y el trigo tuvo altura.
Cuando fuiste a mis ojos, mis días, como árboles
se ordenaron, tejiendo ramajes y comarcas.
Como un amanecer sin la nostalgia alzaste,
y los pájaros verdes volaron en tu pelo.
Nada en esa semana fue fiel y categórico;
los ríos te trajeron su flauta ribereña.
Con tu lluvia impensada surgieron las semillas
que calienta la tierra, alegrando la siembra
que fatiga los brazos de pobres campesinos.
No quise devolver la rigurosa incógnita
surgida en tu expresión por mis manos inertes.
Distinguiste mi cama perfeccionando el rito.
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