De tus manos sangrantes surgieron otras gemas
que los mineros duros quisieron recoger,
dejando las canteras con sus bostezos largos
negando algún secreto por nadie conocido.
De la frondosidad de árboles y arbustos
le dieron al viajero la sombra necesaria
para helar su fatiga por tanta marcha usual;
florecida del agua que entristece tus ojos.
De tu enojo y cansancio callaste la calumnia
y desde ese tiempo el elogio y la estima
se volvieron medallas para los beneméritos.
Todo lo natural que resulte de ti
es productivo y fértil y adecuado a las cestas,
pero si tanto aflige ocúpate en mis brazos.
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