Suculento muslamen avanzado,
que guardas la impresión que se sabe;
con violento barniz desesperado
enseñas primavera infiel y grave.
Ninguna lobreguez presenta el gesto,
y los cactos no logran darte espina;
ocurre mediodía, en torno al puesto,
cuando asomas bravura femenina.
¿Qué sucede, inmediato, a tu custodia,
pues nunca manifiestas el misterio,
solo cuando se canta la rapsodia,
o cuando emborracha el sahumerio?
¡Enséñate muslamen, cuando ganas
la visión enfrentando las ventanas!
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