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A José Antonio Ramos Sucre


Te adjudicas maldito yendo al templo luctuoso,
te ocultas en la noche como fantasma incierto,
bebes de la tragedia la botella más agria,
asumes tal pobreza dentro del cuarto noble.

¿En cuál pantano o miasma se extraviaron tus ánimos?,
¿con cuáles reciedumbres diste acción a tus hombros?,
¿por qué cubrir los cardos en el huerto de peras?,
si nunca sedujiste ¿por qué turbaste en multas?

Se perdieron tus siestas en la cama adecuada,
como miembro inservible que no apoya la mesa
en la hora del almuerzo, junto a frutas y granos.

La calleja sin gente condescendió tu fiebre,
alargando la acera donde tu pensamiento,
lentamente sudaba hasta colmarse en muerte.



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