¡Palmero denostado por el peso del frío!,
¡patriarca fulminado para penar en noches!,
¡elemento añadido para mezclar el charco!,
¡poeta blasfemado por el puño del guardia!
Detrás de los barrotes hurgaste entre guayabas,
y nunca hubo desfalco del rostro del destello
que entraba como espada para animar tu traje
roído por la lágrima, vencido por el cardo.
Ordenaste el desorden con muebles de tu sala,
y calentaste el pecho con abrigo del frío,
como única partícula para tejer el sueño.
El lápiz en la agenda vino a marcar semanas
que poco a poco hicieron la verdad de tus días
hasta complementar la gracia en tu desgracia.
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