Bajo el domo en que duermen los titanes,
como quien añacea el mal del Cristo,
se amontona un tropel de charlatanes
queriendo encopetar lo nunca visto.
Hacen del mármol roña de la urna
y de la sombra raptan la osamenta.
Es la hora saturnina y la nocturna
cuando el señor blasfemo se contenta.
Quien conduce la luna blanquecina
es Oya, la deidad, que, ante La Parca,
cual antorcha mortuoria la ilumina.
El Palo, come huesos, rige el culto,
y avasallando el nicho con su marca,
despoja el corazón del insepulto.
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