C
Al L.S.B.
Elevada la fiebre, minora al capitán,
alguna vez, armígero, de casaca gloriosa
—la empolvaba en la lid en contra del gañán—;
ahora, engurruñada, en la silla reposa.
La camisa que lleva, es su última camisa;
los nobles, al costado, son su último costado;
la tropa… ¿dónde está, que no adviene o prioriza
su semblante o dolor por quien traspuso el hado?
No habrá sables ni choques, para quien, el mañana,
no obtiene por cansancio, sino por una tregua,
que conduce las marchas de obnubilada legua.
La tarde, es una tarde cuales otras caídas;
a esta hora el aire da espacio a lo que emana;
se olvidan, se repudian, las audacias vividas.
Al L.S.B.
Elevada la fiebre, minora al capitán,
alguna vez, armígero, de casaca gloriosa
—la empolvaba en la lid en contra del gañán—;
ahora, engurruñada, en la silla reposa.
La camisa que lleva, es su última camisa;
los nobles, al costado, son su último costado;
la tropa… ¿dónde está, que no adviene o prioriza
su semblante o dolor por quien traspuso el hado?
No habrá sables ni choques, para quien, el mañana,
no obtiene por cansancio, sino por una tregua,
que conduce las marchas de obnubilada legua.
La tarde, es una tarde cuales otras caídas;
a esta hora el aire da espacio a lo que emana;
se olvidan, se repudian, las audacias vividas.
Comentarios
Publicar un comentario