LA FLOR devota y limpia enarbola su gracia,
el tiempo sus favores nuevamente le entrega,
como alianza imperial, el concilio, y hacia
el proemio de un año que el sino ahora riega.
El tierno brote se abre y alude eterna espira,
asido por el cáliz empinando su gloria;
el ramo bajo el viento titubea o respira;
ayer pulida entera, hoy le embriaga la euforia.
Elevemos las copas y alegremente su alma
palpemos y frotemos con aceite esencial,
y sea el mismo Dios quien arrime la palma
y exalte su semblante con señal bautismal.
Pues sea tu morar la parábola afín
a los mártires píos. ¡Salve, Madre Yasmín!
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